Todos los perros van al cielo...



Se ha muerto mi perro. Mi perro negro. Mi perro oscuro. Difícil de sacarle una foto y que se vea bien. Peludo, muy peludo. Linda bestia. Carita de perro. Aullido afónico. Cola inquieta. Festejaba mucho cuando nos encontrábamos. No dejaba de moverse y me hacía tropezar. Fiel, sobretodo perro fiel. Compañero de caminatas. Largas caminatas campestres, cruzando ríos. Nadador. No le gustaba el agua, pero igual se la bancaba cuando lo bañaba. Guardián. Amigo de los felinos, aunque a veces pensaba que eran juguetes. Divertido. Cuando las cosas no andaban bien, yo me iba al patio y él estaba ahí. No sé cómo, pero sabía que yo no estaba bien, y se tiraba al lado mío. También engañaba. Aprovechando su pelambre oscura, muchas veces se escabullía por los lugares oscuros de mi casa, y se acostaba a dormir en alguna alfombra, a escondidas de mis viejos. Y así habrá pasado muchas noches adentro, cosa que estaba rotundamente prohibida en casa. Lengua afuera Muchas mañanas me despertaba con algún lengüetazo en la cara, y cuando estaba a punto de putear veía la carita de perro que me ponía y me dejaba mudo. Oídos sensibles. En las navidades y años nuevos, el pobre no encontraba un lugar adecuado para deshacerse de los odiosos petardos que sonaban por todas las dimensiones. Pobrecito. Cómo lo voy a extrañar. Era un animal que me hacía sentir niño otra vez, y eso es un don que sólo puede tener un perro. Cómo lo quería! Ya estaba viejo, 15 años y medio de fidelidad perruna.

Es bueno tener un perro en la casa. El mío se llamaba Shaka.

1 comentario:

lulu dijo...

ayyy linda foto!!!!!chauuuuuuu shaka!!!!